Desde las alturas del milenario Sajama,
hasta el trópico del río Abuná,
en  un abanico de colores
se extiende el altiplano andino,
los valles floridos y  el trópico boliviano.

El surco, el árbol, el fruto,
dan vida a un pueblo valeroso y heroico,
 cuya esperanza de dicha en lontananza, lucha  por tener un gran porvenir.

Acompañados por la música de quenas,
 dulces zampoñas, charangos y
redobles de alegres tambores,
muchos hijos piden
al Cristo de la Concordia,
una Bolivia plena de esperanza,
sin desengaños que callen sus ilusiones.

Hoy, lejos de las eternas nieves
del Illimani, que de niña
me vieron crecer
soñando tocar el mar,
lejos de tus fértiles campos
bañados por ríos
rodeados de selva,
refugio de hermosos animales.

Lejos de los Andes
señoriales y majestuosos
que envuelven la riqueza
de tus valles y llanos orientales.

Lejos de mi gente,
cariñosa, trabajadora y acogedora,
hoy le rindo a mi tierra boliviana,
un homenaje sentido
con una lágrima de nostalgia
y una sonrisa de felicidad.

Maria Eugenia Rojas Alegria de Moral